Escrito por Lara Hillard
Al igual que muchas niñas que han crecido en un hogar típico igbonigeriano, a Benita Nnachortam sus padres le enseñaron que el arte no es una carrera profesional, sino un simple pasatiempo a lo sumo. “Durante toda mi infancia me martillearon con que el arte me llevaría a la pobreza”, recuerda. Dedicarme a la fotografía fue una apuesta arriesgada, pero con mucho trabajo y acceso a la tecnología adecuada, Benita pudo convertir su pasión en una profesión.